Me gusta la Gran Vía de Bilbao, y sobretodo me gustan sus tilos. Mudos testigos de nuestras idas y venidas. Según la estación del año que sea, así la decoran. Cuando llega la primavera, es asombroso observar cómo van saliendo las hojas, todas pequeñitas, sin orden aparente. Entonces, la calle adquiere aspecto juvenil, salimos del invierno y empezamos un nuevo periodo, se respira vitalidad. Más tarde, cuando ya han salido todas las hojas, viene lo mejor, ¡el aroma que desprenden los tilos!, ¡que maravilla pasear entre ellos!. Después, llega el verano, también me gusta. Con tantas hojas y todas tan grandes, parece que la calle se ha hecho pequeña. Gran placer sentarte a comer un helado del Alaska a la sombra de uno de esos grandullones. Con el otoño las hojas nos doran el ambiente; primero cuando cuelgan del árbol y más tarde, cuando se ponen de acuerdo para caer al suelo. Finalmente, llega el invierno, y se van a dormir, pero....antes de que cojan el sueño definitivo, nos tienen que hacer un favor, puesto que llegan las navidades, con su trajín, parafernalia e iluminación. La Gran Vía queda fenomenal con todas esas luces, y a estos tilos, les queda esperar pacientemente a que todo este ajetreo pase para que les dejemos dormir en paz.
1 comentario:
Darling, estás primaveras total.
A ver si te dás un paseito por la Gran Vía y ME COMPRAS ALGO.
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